La literatura infantil colombiana no es, ni ha sido nunca, una expresión cultural fuerte. Es decir, en ningún momento de su panorama histórico podríamos ubicar un movimiento, una escuela o una manifestación que nos permita hablar de un conjunto de obras consolidado. Tampoco ha habido una conciencia social generalizada que reconozca su importancia. Su historia se ha ido tejiendo lentamente en un devenir de súbitos estertores y largos periodos de silencio y olvido.
La escritura de textos literarios para
niños en Colombia además de ser un fenómeno relativamente reciente, impulsado
sobre todo por el mercado editorial, es más
bien un asunto de individuos solitarios,
quienes por diversas razones -afectivas,
pedagógicas o estéticas- han elegido al niño
como el destinatario principal de sus obras.
Son pocos y muy específicos los momentos
históricos en los cuales nuestra literatura
infantil ha logrado manifestarse como reflejo
de un imaginario social, que considere al
niño como un lector independiente, capaz
de disfrutar una obra como sujeto cultural,
mas allá de las intenciones pedagógicas,
didácticas o moralistas de los adultos.
(Beatriz Helena Robledo - 1997)
(Beatriz Helena Robledo - 1997)